1.
He leído antes una frase que ha venido a constatar cierta aprensión que he venido sintiendo desde antiguo sobre la potencial hermosura que habita en todos los seres humanos aún sin germinar;
a la poesía, pues, me refiero.
La he leído -la frase- en un libro de Fernando Aramburu (nunca había leído antes a Fernando Aramburu, el nombre me suena a político del país vasco, quizá esta intuición fuese suficiente para mi alejamiento).
Bien, decía la frase:
«En cada ser humano se esconde, en potencia cuando menos, una maravillosa poesía» [1]
Esto ha confirmado mis sospechas, las de que, al menos, una frase hermosa, un destello de sabiduría bella y verdadera yace en todos y cada uno de los seres humanos, hasta en los más tontos, zafios y petulantes.
Pero esto, además, me ha hecho pensar en la proliferación en la red de los así llamados (y autoproclamados) poetas -y poetisas-, todos ellos rozando o apenas superando los veinte años.
Y es que hoy, le da uno una patada a un bit y surgen tres poetas enfebrecidos dominados por su ímpetu juvenil y su verborrea de acné.
2.
Buscando más frases, me encuentro con una entrevista de 1977 a Ángel González, en la que el poeta dice:
«La vanguardia es una maravillosa tentación, siempre lo ha sido: hacer lo nuevo, lo nunca hecho… Pero lo nuevo hoy no es copiar a Apollinaire, ni pintar como un cubista, esta muy bien hacerlo si a uno le apetece y le divierte, pero sin creer nunca que se es vanguardista. Hacer lo que otros produjeron hace 40 años no es más que ser un pompier» [2]
El art pompier se refiere al academicismo francés de la segunda mitad del siglo XIX, pero, en el fondo, es una denominación peyorativa que denuncia el arte hueco, sin contenido; un arte de pretensiones oficiales y afecto al poder.
No es baladí, pues, que el tema predilecto del art pompier, cuyo más abyecto paradigma está simbolizado por la figura de Ingres, fuese el desnudo y que primase el diseño por sobre la fuerza del color.
Si tuviésemos que ponerle un nombre hoy a esto, a mí se me ocurre que casaría bastante bien con el postporno et al.
3.
A este respecto, a la de la fuerza idiosincrásica del estilo de un autor, en una conversación reciente con Umberto Eco, dice Javier Marías:
«La palabra estilo desapareció del vocabulario, ni los críticos la usan» [3]
4.
Y para acabar de rematar el estado de cosas en la producción literaria actual, me encuentro (incrédulo) con la siguiente confesión de Micah P. Hinson, y que, me parece, deja bien claros los valores de lo que hoy se considera nuevo:
«No sé mucho sobre literatura. Estudié un poco en la escuela antes de dejarlo, pero aparte de eso… He leído “Miedo y asco en Las Vegas”unas 200 veces, “En el camino” unas 90, “El diario del ron” unas 300… Otras personas habrían leído 300 libros diferentes, pero para mí todo consiste en estudiar aspectos muy particulares… » [4].
Acojonante, ¿que no?
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[1] Fernando Aramburu. El artista y su cadáver. Ed. Tusquets. Barcelona. Febrero de 2002. [pág 41]
[2] Jorge A. Marfil. Ángel González: presencia de un poeta mayor. El Viejo Topo. nº 11. Agosto de 1977. Se puede leer aquí.
[3] Javier Marías en conversación con Umberto Eco. Diálogo politeísta. El País / Babelia. 22-01-2011.
[4] Micah P. Hinson en entrevista con Marc García García. Algunas cosas sobre el sr. Hinson. Revista de Letras. 17-11-2010.
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