Aire enrarecido

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Leo estos días Instrucciones para dar el gran batacazo intelectual argentino, de Juan Terranova (se puede leer el libro íntegro -formatos pdf, epub y mobi- y gratis aquí). Uno de los textos que compone el volumen (editado en papel por la editorial Reina Negra, aquí)  lleva por título «Sobre Ricardo Piglia».

Dice sobre él Juan Terranova en la nota final del libro que este texto  salió en la revista catalana Quimera, en su número 325, perteneciente a diciembre del 2010. Pero es seguro que yo no lo leí ahí, aunque recuerdo haberlo leído antes.

En fin, no importa, el caso es que -al hilo de la última novela de Piglia, Blanco Nocturno- escribe Terranova:

«creo que la sintaxis y el vocabulario también se resienten, se cargan de dudas, se empastan cuando no se comparten».

Se refiere Terranova al hecho de que entre la escritura, la re-escritura y corrección y la edición de la novela ha pasado un periodo importante de tiempo (unos cuantos años).

Y esto me lleva a pensar en que lo peor de ser todavía un escritor inédito no reside tanto en el fracaso inherente de la inedición, o en la torpeza de no conocer el mecanismo por el que un editor se ilusiona por un texto y lo hace suyo y quiere apostar por él (o acaso apenas esta última sea la misteriosa llave que no me ha sido entregada, pues ha de decirse que sí ha habido de lo otro, de loa y crítica favorable; en fin, ya saben, falta siempre lo prosaico: show me the money), sino más bien por ese aire enrarecido en el que van habitando los textos que se acumulan, unos sobre otros, como una cuantiosa camada de perrillos todavía inacapaces de ganarse su propio sustento. Esa asfixia de resentimiento y duda que uno nota en cada uno de los textos cuando los (re)visita, releyéndolos y preguntándose cómo es posible que sigan ahí, en una esquina de la habitación, gimiendo porque alguien les traiga un mínimo cuenquito con leche.

Y todo esto lo pienso sufriendo la tercera ola de calor de este maldito verano, que me tiene frito ya; verano del que, mejor quede dicho, comienzo a estar ya harto. Y eso a pesar de que, contra lo que se temía Álex Nortub –aquí-, yo sí he sido capaz de no echarle el freno a la escritura (más bien al contrario).

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ADDENDA:

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Y hablando del asunto, me encuentro por ahí de casualidad con otro texto que me ha gustado.
Es un relato corto del autor peruano Félix Terrones y se llama «Valientes muchachos».

Cuenta la historia de unos muchachos aprendices de escritores que pelean por una beca en París que gana uno solo de ellos: Antonio Carneiro, el que parecía más dotado y esforzado de todos.

La historia, en verdad, se cuenta desde el final, es decir, al regreso de este Antonio, que ahora se hace llamar Tony. Y es otra persona ya, nada queda de aquel joven ambicioso de ojos brillantes. Se ha vuelto gordo y anda saqueándole plata a todo aquel que puede.

Una historia ambientada en la ciudad de México y que habla de los sueños juveniles, de la eventual claudicación a una vida mediocre, de los sueños vividos a costa de un tercero, y de cómo la periferia literaria cree que es París o incluso Barcelona.

En fin, a pesar de su tristeza y de ese aire enrarecido que lo envuelve (o quizá justamente por eso), vale la pena leer el cuento, y se puede leer íntegro aquí.

Les copio un extracto, a ver si animan:

«Vivíamos la bohemia que queríamos, una bohemia de madrugadas, colillas de cigarrillos, cristales rotos y nostalgia de las vidas que no habíamos tenido ni tendríamos nunca. Nuestra bohemia – fraterna reunión de todos los letraheridos del Distrito Federal – tenía algo de profundamente triste que era subrayado cada vez más, conforme nos dábamos cuenta de que estábamos excluidos de todo lo que de verdad tenía interés literario. La verdadera literatura no había sido inspirada en nuestra ciudad, provinciana y polvorienta, sino en otras latitudes en las cuales la belleza había germinado de manera unívoca. Londres, Roma, Berlín, incluso Madrid, pero sobre todo París, eran para nosotros más que nombres de ciudades. Eran contraseñas cuya sola alusión abría las puertas de nuestras imaginaciones febriles a entonaciones cosmopolitas donde la libertad y lo sublime no sólo eran una promesa sino también una condición.»

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BOLA EXTRA:

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The Guardian (quién si no) se ha marcado un mapa literario interactivo de las mejores librerías y localizaciones literarias de UK.

[pinchen en el mapa para acceder a la info]

Y una pregunta que me asalta así hoy, pero que ya me viene tiempo rondado. Veamos, con la cantidad de gente que hay en el paro en España, con la cantidad de aprendices de escritores que hay (o dicen haber),

¿cómo es posible que en los últimos cinco años no se haya creado en España ni una sola maldita revista literaria de calidad, con presencia on-line, con un comité editorial con nombres y apellidos (o sea, con el sistema arbitrado de peer-review), y dedicada al relato corto?

Si en el mundo anglosajón las hay por decenas… y de muy buena calidad.

En serio, no puedo entender esta desidia.

Cómo es posible que no haya un solo sitio serio en el que un escritor sin agente ni contrato editorial pueda mostrar su trabajo.

Cómo es posible…

No-lo-p-u-e-do-en-ten-der.

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