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Un mundo sin metáforas [Divagación segunda]

1.

Pienso en algo que decía en 1992 Patrick O´Donnell en su artículo titulado Engendering paranoia in contemporary narrative [1] .

Decía así:

«Since paraonia has so much to do with the mystified hegemonic enactments of power, the representation of paranoia in the artificial plots of fiction can, indeed, be seen as a site where epistemology and ideology meet. As a way of knowing, paranoia is a mode of perception that notes the connectedness between things in a hyperbolic metonymizing of reality» [pp. 182]

Y me pregunto si esto significa que la presencia metonímica actual indica que seguimos en un mundo dominado por la paranoia.

Recurro entonces al libro de Michel de Certeu La invención de lo cotidiano (1980). Allí sostiene Certeu que los consumidores son, al mismo tiempo, usuarios, y es en su forma de usar aquello que consumen, en las «maneras de hacer» que desarrollan, donde se expresa una libertad creativa, frágil y sutil, pero omnipresente e invencible y, no sólo eso sino que significan mucho más cuando son vistas en su contexto de acción [1].

Esta unidad de significación que engloba los interminables sentidos posibles del ser humano podría ser interpretada (o así la interpretaré yo aquí) a los ojos de la escritura, la cual Para Michel de Certeu ha sido desde la Ilustración una forma de socialización, devenida en mito colonizador [2] en el sentido de que se trata de «un discurso fragmentado que se articula sobre las prácticas heterogéneas de una sociedad y que las articula simbólicamente».

Dice Certeu:

«Ante su página en blanco, cada niño está ya situado en la posición del industrial, del urbanista, o del filósofo cartesiano: la de tener que manejar el espacio, propio y distinto, donde llevar a cabo una voluntad propia».

Una gran parte de los escritores hoy, pienso, actúan al modo del consumidor-usuario, es decir, se expresan con una libertad creativa, frágil y sutil, pero omnipresente.  Ahora bien, su libertad creativa consiste en mimetizarse a lo escrito veinte o treinta años atrás, eso sí, añadiéndole algún giro contemporáneo, como si tratasen de que la nostalgia (a fuerza de tornarse metonímica) se constituyese en una parte «esencial» de lo actual presente.

2.

Entonces me doy a la lectura del periódico y en una entrevista que Ima Sanchís le hace al consultor y sociólogo Peter van Dommele en la Contra de La Vanguardiaaquí– dice éste, refiriéndose especialmente a los jefes o a la gente que comanda equipos, o sea, aconsejándoles que «hay que comunicarse con menos emoción, con claridad, honestidad y humildad».

A lo que añade que: «aquí [en España] se pierde mucho el tiempo juzgando a los demás».

Y así es, tanto en la literatura como en las relaciones humanas, que sobran arabescos y orfebrería y faltan claridad y precisión.

«Se ignoraba a sí mismo, firme, cerrado, recto», dicen unos versos de Manuel Altolaguirre.

Y es que en ese estar tan pendiente de los demás, se pierde uno de la inmensidad de sí mismo y los demás, como es lógico, lo individualizan a uno de manera metonímica: a través -necesariamente- de la reputación que provocan sus actos innobles.

No hay feedback, dice Peter van Dommele, porque la gente no lo acepta. No sabemos aceptar las críticas, dice.

A este respecto el pintor Joan Pere Viladecans –aquí– opina que: «uno debe sobrevivir y convivir con la contemporaneidad. Con el nuevo lenguaje», ese lenguaje metonímico, pues, oblicuo y enrevesado, que le provoca al individuo, empero, un hostil interés; qué remedio, pienso.
En opinión de Viladecans, es cuestión de la tecnología, que «impone su lógica de adocenamiento y mansedumbre».

En esta estructura hipertecnificada parecería -hasta cierto punto- lógico (o realista) que la metaforización preferida por los individuos del siglo XXI sea la que toma la sinécdoque como arma, pues su estructura relacional resulta económica y, por sobre todo, efectiva.

3.

En fin, que sería hermoso pensar sobre el trabajo que la literatura pudiese hacer con este mundo en el que se ha abandonado la metáfora modernista y racional; sería decididamente bello, desde luego, que, como dice Vicente Luís Mora en su Fragmento VIII del Libro Negro (en proceso de escritura-aquí-) pudiésemos pensar que:

«Escribiendo hemos logrado lo que solo la literatura puede: la escultura física en la mente».

Pero, cómo sería esa escultura hoy, me pregunto. ¿Al modo neo-conceptual de la novelística de, por ejemplo, Evan Lavender-Smith, un batiburrillo de miles de anotaciones azarosas en cuadernos?

Será que la miscelánea es, por fin, el modo actual en el que el arte habrá de buscar la gema escondida en la insustancialidad del presente, me pregunto.

¿Es en ese movimiento de oleaje incierto -demencialmente ingenuo- que describe Lavender-Smith –aquí– en el que habremos de movernos, así:

«I was writing the book without knowing I was writing the book, I realized I was writing the book, I began writing the book knowing I was writing the book»?

4.

Toda esta divagación poliédrica -y algo caótica- me lleva a una frase de Stephen Dedalus, que en el capítulo 15 del Ulysses de Joycee (se puede leer aquí), afirmaba:

STEPHEN: (TO PRIVATE COMPTON) I don’t know your name but you are quite right. Doctor Swift says one man in armour will beat ten men in their shirts. Shirt is synechdoche. Part for the whole.

Qué eternidad nos espera, entonces, si -de momento- seguimos caminando de manera casi zombie, vestidos con camisetas de sport, me pregunto, pienso, escribo…

De momento debo dejar esta divagación segunda sobre este mundo nuestro sin metáforas, pues sólo puedo pensar en un verso de Francesc Parcerisas que colabora contra la insatisfecha situación promisoria del arte, un verso que acabo de leer y que dice:

«La vida vol la felicitat»  (la vida quiere la felicidad) [4].

Lo extraño es que me he topado con ese verso justo después de haberme acordado -por alguna razón, supongo, de claro sustrato (para)psicológico- de la obra The art of sleep (2006) de Young Hae-Chang, y que forma parte de ese largo trabajo suyo en el que Hae-Chang, a través de un narrador insomne y alucinado, da cuenta de las paradojas contra las que ha de luchar el arte actual.

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[1] Patrick O´Donnell. Engendering paranoia in contemporary narrative. Boundary 2. Vol. 19. No 1. New Americanists 2: national identities and postnational narratives (Spring 1992). Duke University Press.  pp 181-204.

[2] & [3] Citado por Juan Diego González Sanz en su libro Explorar el día a día: Análisis de las prácticas sociales en La invención de lo cotidiano de Michel de Certeu. Nexofía, Libros Electrónicos de la Torre del Virrey. L´Eliana (Valencia), 2010 [pp. 33, 37 y 99]. Se puede leer íntegro aquí.

[4] Francesc Parcesiras. «Vell profesor», incluido en Dos dies més de sud. Quaderns Crema. Barcelona. 2006.  [p. 81]

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FURTHER READING:

Un mundo sin metáforas – Divagación primera [20-Agosto-2011]

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