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Escritor en Allak – Adultescentes

Digámoslo rápido: Mi madre,

la pseudo memoir del escritor norteamericano Richard Ford sobre la historia de su progenitora, Edna Adkin, es una obra muy muy menor.

Entre otras cosas, porque resulta evidentísimo- desde el primer momento- que está escrita por encargo, para la revista Vanity Fair [aunque finalmente fuese publicado en Harper´s magazine en 1987].

Y esto gracias al éxito de crítica y público que tuvo Ford un año anterior (1986) con su genial novela The sportswriter. Porque, no se olvide esto, Richard Ford, en 1981, decepcionado por el resultado de sus dos primeros libros (un auténtico fracaso -con razón), había decidido dejar la novela y se dedicó durante varios años a dar clases de Escritura Creativa.

Y téngase en cuenta también que esta novela ya fue publicada en 1999 por la editorial Lumen bajo el título de Mi madre, in memoriam.

Digo esto para contextualizar el texto, que no ha salido nunca en USA como libro independiente, sino únicamente incluido en el volumen Vintage Ford,  una suerte de recopilación de extractos de toda la producción del escritor sureño, con algunos cuentos de sus libros, extractos de sus novelas, además  del texto My mother.

Tendría el mismo estatus, pues, dentro de la editorial Anagrama, que el que tienen libros igualmente menores de grandes escritores como El crucero de la chatarra rodante, de Francis Scott Fitzgerald, publicado en 1990 bajo traducción de Enrique Murillo.

Mi madre, en este caso, está traducido por Marco Aurelio Galmarini.

Y no tengo mucho que decir sobre la traducción; correcta, a pesar de algunos giros extraños, pero que, sospecho, son propios de la torpeza disléxica de Ford y no de la mano del traductor.

En lo que se refiere a la propia construcción de la obra, Mi madre no consigue funcionar ni como testimonio, ni crónica, ni autobiografía con madre al fondo.

Y ello no es debido a los silencios, para nada, pues éstos en la narrativa de Ford funcionan de manera muy sutil como indicadores luminosos; no, no es eso.

Es la negativa a contar.

Porque un relato no puede jamás prosperar si la mano que lo sostiene reniega de su propio movimiento.

Una frase del libro resume muy bien esto que quiero decir, cuando Ford afirma que «todo lo demás es privado» [1].

Lo privado, chico, en este caso, es todo. Todo lo que importa, vaya.

Y es que no se trata de que Richard Ford nos cuente sus intimidades; no es eso, a mí me importan un carajo, de hecho.

Pero si un escritor pretende que el lector entienda las consecuencias de un acto, las implicaciones de un hecho, debe darnos las claves de su interpretación.

O, cuanto menos, decirnos de qué se trata dicho acto.
Vayamos con Dos ejemplos.

El primero: Ford nos dice que «[mi madre] observaba mis esfuerzos para ser escritor y no terminaba de entenderlos.» [2]

Y ya está, ninguna mención ulterior ni precedente al respecto, nada más. Qué esfuerzos eran estos, cómo fueron, dónde, cuál fue la respuesta exacta de tu madre frente a estos esfuerzos,  Richard, ¿y tus sentimientos frente a la incredulidad de tu madre, eh, qué?

Nada, nada de todo esto se nos dice.

Un segundo ejemplo.

Nos dice Ford que «[mi madre y yo] éramos socios en mis líos y en los de ella» [3].

Pero, sin embargo, sus vidas discurren de manera paralela, casi independiente.

Él dice que tiene problemas con la justicia (no sabemos cuáles ni en qué grado de implicación), pero ella va a lo suyo; ella tiene problemas laborales y sentimentales (los cuales conocemos muy de lejos), pero Richard, a lo suyo (sea esto lo que sea, puesto tampoco sabemos muy bien qué es «lo suyo»).

Más:

Richard quiere ir a la universidad. Y, ella, igual, ni caso. Se separan. Se llaman a veces por teléfono. Su madre sufre un cáncer. Se muere.

Ya está.

En fin, resumiendo, que Richard Ford, en Mi Madre hace lo peor que puede hacer un novelista: negarse a contar la verdad.

Mi hipótesis es la siguiente: su amigo Tobías Wolff publicaría en 1989 (dos años después) su novela This boy´s life (que luego se convertiría en película con DiCaprio en el papel protagonista).

No es descabellado pensar que Ford estuviese al tanto de dicha novela autobiográfica en la que madre e hijo viven una suerte de vida en la carretera, como una especie de modernos Tom Sawyers, y entonces Ford aprovechase el encargo de Vanity Fair para fantasear sobre una relación parecida entre él y su madre, pero sólo enunciándola, haciendo un pequeño esbozo, por la sencilla razón de que él sabía que era una absoluta trola.

Este es el escollo pues de Mi madre, que no puede ser una memoir, por la sencilla razón de que Richard Ford no quiere, y que tampoco puede ser una novela autobiográfica al estilo de This boy´s life de Tobías Wolff, porque Richard Ford no se atreve a fantasear con su propia vida.

Y esto porque le duele, su propia vida le duele; tal vez por algo tan simple y absurdo como que lo que él vio en sus propios padres, pues que «me inclino a pensar que no pasaba nada [entre ellos]» [4];

así con su propia vida.

Es decir, cómo hacer una memoir de nada, de una vida en la que no hay nada que destacar.

La respuesta la tienen en Mi madre:

un compendio de enunciados cuestionables y falsos.

Claro que adentro de toda mala narración se aduce una excusa, aquí, en Mi madre, es que «no hay memoria suficiente para rememorar toda una vida y ponerla en orden, darle exactitud» [5].

Pues vale.

Sí ha de decirse,  no obstante, en favor de Mi madre, que el lector conocedor de la obra mayor de Richard Ford hallará en este libro el gérmen de los personajes, los temas y los escenarios de sus novelas y relatos posteriores.

En este sentido, aquel a quien le preocupe el modo en el que un escritor halla su modo de narrar el mundo, o sea, cómo un escritor encuentra aquello que se suele llamar «su mundo propio», se podrá servir de Mi madre para realizar un provechoso ejercicio de hermenéutica literaria.

Para el resto de lectores, pues nada, Mi madre les servirá como gancho para recordarles que, en breve, se publicará la nueva colección de relatos del escritor norteamericano, y que previsiblemente llevará por título Canadá.

Otra novela que se publicará en los próximos meses (a comienzos de 2011), también en la editorial Anagrama, es Solar, del escritor inglés Ian McEwan.

En ella se nos cuenta la vida desastrosa (por propios méritos) de un premio Nobel en Física (laureado por lo que se vendrá en conocer como Beard-Einstein Conflation), Michael Beard, un tipo mujeriego, bebedor e ingeniosamente deleznable; más cretino que crápula, Beard lleva años siendo más un burócrata que no un científico creativo.

Un hombre «[with] no new ideas» [6].

Hasta que le llega la oportunidad de dirigir el National Centre for Renewable Energy situado en Reading y, sin pretenderlo, se introduce en el maravilloso mundo  del cambio climático.

La novela comienza, empero, con la infidelidad de la esposa, Patrice, (su quinta esposa, ha de decirse) y la desesperación de Beard «a childless man of a certain age at the end of his fith marriage [that] could afford a touch of nihilism» [7].

Al principio, por esa libertad de acción nefasta que otorga el despecho, compadecemos a Beard, por su indeliberada desdicha, pero bien pronto descubrimos el reverso de su carácter y así descubrimos que Beard se merece todo lo malo que le pueda pasar (y todavía más).

El comienzo de la novela, dicho sea de paso, pareciese parodiar el comienzo de la novela de otro novelista inglés, Nick Hornby. La novela es How to be good (Penguin Books, 2001).

Y no es baladí mentar ya desde el comienzo esto, pues toda la obra (Solar) es más que una sátira (como se ha obstinado en mencionar la prensa inglesa y americana) una sutil y elegante parodia.

Dice Fred Hobson, profesor de Humanidades de la Universidad de North Carolina, que Richard Ford «writes within the earlier high tradition of, for example, Faulkner, but tends to parody that» [8].

Esto mismo hace McEwan en la primer parte de su última novela, escribe à-la-Ford, parodiando la supuesta seriedad de un premio Nobel que casi de casualidad se topa con el tema del cambio climático. Así, en el primer tramo se exploran las extrañas relaciones de pareja, y podría decirse que resuenan ecos de Rock Springs o incluso de Incendios.

Es interesante mencionar que el personaje cínico, gordo, borracho y mujeriego de Michael Beard debe mucho al de John Self, el protagonista de Money, la genial novela de su compatriota Martin Amis.

[Por cierto, que la BBC recientemente acaba de estrenar una versión televisiva de la novela con el actor Nick Frost de protagonista y, de la cual, el propio Amis (siempre irascible, quisquilloso y discutidor) está muy contento [9]]

Solar se divide en tres partes (2000, 2005, 2009) y que se corresponden con tres momentos de la vida de Michael Beard, más o menos así: El Ártico, Londres, New Mexico.

A pesar de que en momentos puntuales se produzcan ciertos flashbacks (algunos extremadamente largos y que desestabilizan el equilibrio de la narración), la novela se desarrolla cronológicamente, y con un ritmo de intensidad ascendente (sobre todo al final de la tercera parte), en una tercera persona del singular que relata desde el presente.

Se podría decir que la trama central de la novela (y que es mejor no desvelar) es una reescritura satírica (así sea de manera inconsciente) del destino trágico del joven Tom Outland (aquí llamado Tom Aldous) de la novela de Willa Cather The professor´s House.

Recuérdese que ya hay un precedente en la obra de McEwan para afirmar esto, pues First Love, Last Rites (1975), la primera colección de relatos de Ian McEwan era ya una reescritura en clave sórdida de First Love and Other Sorrows (1958) del escritor norteamericano Harold Brodkey.

Y también que Saturday es una reescritura de -a la vez- el Ulysses de Joyce y el Herzog de Bellow (que también es, en primera instancia, una reescritura de Joyce).

Lo mejor de Solar son las mofas que se gasta McEwan al respecto del cambio climático, pero también de los postmodernistas vacuos (que amparándose en la corrección política resultan ser unos auténticos tiranos), así como de los falsos profetas, los que hacen bandera del buenrollismo, los artistas que creen que dominan la ciencia y no tienen ni idea, etc etc

Decir, como afirma Ron Charles, el crítico del Washington Post que en Solar «McEwan writes sentences of such witty elegance that the loss of John Updike seems a little easier to bear» [10] es ya haber perdido directamente la chaveta.

Pero tampoco lo contrario es cierto, lo que dice Gabriel Josipovici de que las novelas de McEwan & co son «profoundly disappointing – a poor relation of its ground-breaking modernist forebears» [11].

Hombre, ni lo uno ni lo otro.

Cierto es que ni Amis ni McEwan han entrado en las listas para el Booker de este año, pero al menos a McEwan le han dado el Bollinger Everyman Wodehouse Prize [12], premio que destaca aquellas novelas que continúan con el espíritu cómico de P.D. Wodehouse y que consiste en una caja de champagne y un cerdo (sí, un cerdo) que lleva el nombre de la novela, Solar, en este caso.

Todo esto para decir que sí, que en efecto, Solar es una novela decepcionante, para el lector habitual de McEwan, muy decepcionante, de hecho.

Pero téngase en cuenta que McEwan viene de haber demostrado su excelsa maestría con obras como Saturday o Atonement.

Y, todavía más, no se olvide que es el único escritor contemporáneo en lengua inglesa que ha sabido sintetizar modernismo y postmodernismo, dándole a la narrativa anglosajona una oportunidad de proyectarse hacia el futuro.

En fin, que sean justos, debemos disculparle este divertimento.

Solar hay que disfrutarla como lo que es:

el juego paródico de un escritor cuyo trono está ya más allá de las nubes, y ahora quiere divertirse.

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[1] [5] Richard Ford. Mi madre. Traducción de Marco Aurelio Galmarini. Ed. Anagrama. Barcelona. Abril de 2010. [pág 78, 60, 47, 26 & 61]

[6] & [7] Ian McEwan. Solar. Jonathan Cape. London. 2010. [pp 15 & 75]

[8] Laura Barton. Guardian Profile: Richard Ford. 8-February-2003.

[9] Martin Amis. For my money, the BBC got it right. Guardian. 25-May-2010.

[10] Ron Charles reviews Solar by Ian McEwan. The Washington Post. 31-March-2010.

[11] Dalya Alberge. Feted British authors are limited, arrogant and self-satisfied, says leading academic. Guardian. 28-July-2010.

[12] Ian McEwan wins comic fiction award for «Solar». Reuters. UK. 25-May-2010.

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