Cosas que se romperán

¿Estás mirándote en el espejo,
recordando de repente que existo?
(traducción de Jordi Doce)

1.

Lo llamaré narrativa post-histérica,

pues no encuentro otro término más feliz.

Para mí sería narrativa histérica a a secas, pero no me puedo olvidar de James Wood. Pues Wood, ya en el año 2000, les pedía a los novelistas que se dejaran estar de tratar de explicar el funcionamiento del mundo y que se dedicasen a contar lo que los seres humanos sentían al respecto del desastre.

Pero eso, en el fondo, es la novela tradicional decimonónica, sólo que barnizada con colores más vivos e histriónicos.

Y su corolario: el ulterior flujo de conciencia modernista.

Wood apuesta por la estética y que se dé cabida al silencio. Eso está bien.

Pero, al fin, el silencio y lo bello no están en el espejo stendhaliano como él cree, sino en la incapacidad de entender que un espejo es un espejo.

Y más aún, en la terrible frustración de saber perfectamente cómo funciona el mecanismo de un espejo y, sin embargo, no dar crédito a que un espejo haga las cosas sorprendentes que hace.

La novela histérica, a decir de Wood, era un esputo en la cara del realismo mágico.

La narrativa posthistérica,

pues, debería ser un esputo en la cara del realismo sucio. Cogiendo su minimalismo, fuerza narrativa y tensión. Y llevándola al punto sublime de la incredulidad.

Conmoviendo sutilmente, siempre en el abismo, pero en un abismo real,

no un abismo de palabras, sino un abismo hecho con palabras, convincente, que podamos comprender, pero que nos resulte igualmente extraordinario, como las matemáticas o la física.

Pero sin ser (como ocurre ahora) un cuerpo textual cruzado de estrictas formulaciones matemáticas y físicas.

(to be continued)

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