1.
Es la más venenosa humillación: la de un elogio insincero.
2.
En los aforismos de un autor sorprendemos a menudo arbitrariedades y contradicciones que no aparecen en sus otras obras mayores. No quiere decir nada, sino que el pensamiento, cuando es corto, no tiene tiempo de ser razonable.
3.
Al leer se siente uno como un huésped, lo traen, lo llevan, lo sientan a mesa puesta y por la noche se encuentra hecha la cama, y qué agradable todo eso. Quien escribe, en cambio, es el anfitrión que ha de tener a punto hasta el último detalle, se desvive, visita la despensa, recorre las habitaciones comprobando que todo esté listo para cuando lleguen los huéspedes, consciente además de que la mayor parte de éstos no hallarán la nueva morada a su gusto, y una vez recorrida, pateada y saqueada, la denostarán sin el menor rebozo.
Andrés Trapiello. “Salón de pasos perdidos”. Vol. 9. Do fuir. Ed. Destino. Barcelona. 2007. [pág 204] & [pág. 129] & [pág 303]
Y sucede que, además, es verdad.